jueves, 14 de agosto de 2008

¡Sobre evidencias!

La semana pasada apareció en el diario El país un artículo sobre cuáles son los diez libros que han cambiado la vida de sus lectores:www.elpais.com/articulo/portada/Cien/escritores/espanol/eligen/libros/cambiaron/vida/elpepusoceps/20080810elpepspor_1/Tes

Un amigo reflexionó sobre el asunto relacionándolo con la primera entrada de este blog. La pregunta que propone tiene bastante sentido: ¿En verdad los libros le cambian la vida a las personas o se trata de otra creencia a prueba de pruebas? En principio nos encontramos con otra creencia más, aunque con una instancia de valoración distinta, que no es otra que la histórica. Casi que con independencia de lo que creamos, con el tiempo la sociedad va legitimando ciertos autores y ciertas obras que se van canonizando y que luego los lectores van asumiendo como los grandes libros de la literatura que son los que hay que leer y que son, también, aquellos que vamos considerando nuestros libros favoritos. Vean qué autores han escogido algunos de los escritores contemporáneos: 

www.elpais.com/elpaismedia/eps/media/200808/10/portada/20080810elpepspor_1_Pes_PDF.pdf

 Ahora, que esos libros favoritos en realidad cambien nuestras vidas, esa es la creencia a la que le faltan pruebas. Si un libro cambia la vida de alguien, tal vez no sea por sus valores intrínsecos como literatura sino, más bien, por toda la situación externa que acompaña la lectura de un libro.  

¿Cuáles son los diez libros que han cambiado su vida? ¿Cuáles las situaciones?


viernes, 8 de agosto de 2008

Punset y Harris, ciencia y religión

value="http://www.youtube.com/v/Z3PZOaQ0eSI&hl=en&fs=1">


Aún persiste en el mundo moderno la difícil relación que existe entre la ciencia -la realidad-, y la religión -el mito-. Una conversación que tuvieron Eduard Punset y Sam Harris con motivo de la publicación de El fin de la fe, de Harris, me motivó a plantear una vez más esta cuestión. Sin duda, uno de los asuntos más interesantes propuestos por el filósofo norteamericano es que nuestras creencias seguramente están estrechamente relacionadas con la estructura del lenguaje y con la estructura aparente del mundo.
En un párrafo del libro sobre la fe, Harris se pregunta por qué insistimos en creencias que no tienen una evidencia que las conecte con el mundo. Las creencias, explica, deben basarse en las evidencias, es decir, yo acepto una creencia en tanto exista una relación causal. Pongamos, ejemplifica Harris, "que quiero creer que hay un diamante enterrado en alguna parte de mi patio y que es del tamaño de una nevera. Cierto, me sentiría desmesuradamente bien creyéndolo, pero ¿tengo motivos para creer que en mi patio de verdad hay un diamante mil veces más grande que cualquier otro descubierto hasta la fecha? No..." Aquí podemos ver porqué no funciona una idea como "creo en Dios porque me hace sentir bien". Me haría sentir bien tener un diamante como aquél, o creer en Dios, pero ¿hay alguna evidencia?